En los días que siguieron a la tormenta, pase largas horas conversando y dialogando con la Serpiente-Hombre. Fue entonces cuando me contó la historia del Brujo.
Cuenta que en una arboleda alejada de los tiempos humanos habitaba un Brujo que, ciego, deambulaba entre las hojas. Ayudado únicamente en su travesía por quien supo narrarme esta historia, que en ese momento era Serpiente y nada mas. Ella reposaba sobre sus hombros, inyectándole su veneno periódicamente. El veneno de la serpiente, me explicó, alteraba las percepciones de quien se sometía a su influencia, arrastrando al Brujo a un trance inexorable y constante en el que su existencia era dotada con un único propósito. El de encontrar y sentir la combinación correcta de cortezas. Valiéndose exclusivamente de su magia y la potencia que el veneno le confería, el brujo se entregaba constantemente a la faena.
La serpiente paseó durante eras por ese bosque, posada en los hombros del brujo cuya única sustancia vital era el veneno que ella inyectaba día tras día en su sistema. Cuenta la historia que un día, no mas luminoso, caluroso o nublado que cualquier otro, el brujo habló por primera vez con la serpiente mirándola directamente a los ojos. -A partir de hoy mi sangre es veneno y tus ojos son míos también. Y así fue. La serpiente pudo percibir que ambos ocupaban el mismo espacio perceptual.
Los días que siguieron fueron muy agitados. El brujo atravesaba la arboleda de punta a punta a toda velocidad, recogiendo frutas, piedras pequeñas, pedazos de hojas y ramas quebradas. Respiraba agitado, y corría utilizando todas sus extremidades. Manufacturaba sogas, que luego anudaba, mascaba las hojas y las mezclaba con las ramas y las piedras.
Cuando el Brujo completo su obra, ambos estaban completamente cubiertos y encerrados en una crisálida de hojas, piedras, ramas y saliva. Pasó mucho tiempo. Tanto, de hecho, que la serpiente entro en un sopor que devino en sueño profundo. Soñó que era un brujo encerrado en una arboleda en las afueras del tiempo, soñó que era una serpiente soñando a un brujo encerrado en una arboleda en las afueras del tiempo, soñó que su sueño no era ni mas, ni menos real que los días anteriores. Aterrada, quiso salir de ese lugar, de esa crisálida-iteración infinita. Arrancó las hojas, ya secas, de la crisalida. Separó en dos el huevo vegetal que la albergaba. Y se encontró fuera de su prisión.
La luz era cegadora, o lo fue hasta que los desacostumbrados ojos de la serpiente-brujo comprendieron como decodificarla. Lo que sucedió después me fue explicado de la siguiente forma:
Avivados,
desandamos el camino por recorrer.
Encendidos de mundos
y luciérnagas.
Espiral infinita,
sierpe, hermana y circulo.
Deteniendo las horas,
el mágico ser.
Cándidos sonidos que
irrumpen la quietud.
Afirmaciones, cientas.
Un solo ser.
La luz...
La luz...
La luz es aire.
Antes de despedirnos ese día, la serpiente-hombre me pidió que le pregunte por el cambiaformas. De lo que me contó sobre eso hablaré pronto, pero no hoy.
Sin mas, te saludo, desde este lado de la secuencia.
Vibraciones e intensidad.
G.