martes, 14 de agosto de 2012

Usados


De pronto alucino todo cuanto veo
ilimitado paisaje oculto

te sabe a sueños salados
paños moqueados
y pegote de mesa
te sabe a eso que no va a ser enunciado
en contramano
entre el samsara y el garron
la condena va en pasado
alterado
desquiciado
enamorado
obnubilado
enajenado
vas a buscar en un lugar olvidado
saberes añejos que habías dejado
enterrados en el sotano

Pausadamente emerge
el pesado sopor se escurre por su piel
inhala profundamente
hace eco en las cavidades de sus pulmones

Mordaces versos te oí
y vi la pesada cruz en tus hombros
como una apuesta a la voz-incordio
la larga ruta hasta allí
al hogar, al vivir
al hacer-decir, sonreír
de oreja a oreja
reír como una vieja
cuando, solo, miras al cielo
y contás las estrellas.
Una pulsion violenta
vas dejando atrás las puertas
el lugar donde se guardan las cosas muertas
inciertas redundancias esperando otra vuelta
Rezos desmedidos te oí
y vi tu alma ensancharse hasta las paredes
demostrar que no todo es lo que parece
traer algo de calma al fin
callar la voz raiz cumbre
cubiertas las astas de mugre

Sepia en tonos de azul toca un arpegio en mi bemol menor.
Los parpados se aprietan y separan.
Las pupilas se encojen.
El vértigo de la ominosidad en los cielos.
Dos soles incrustados en la pared opuesta.
Estoica letanía que repentina se desata.
Supervivencia en desmedro


Apretó el arma contra su sien y se juró, por vez numero doscientos que esta vez lo haría. El sol se hundía en el río. Y en el sol se reflejaba su infinita e inexistente desidia, definida solo en sus propios términos. Creía saber como era el amor, esa magia, esa cumbre, esa paz, ese fin.

Miramos desde lejos, siempre miramos desde lejos.

Entonaré una plegaria por un corazón salvaje, motor de lo increible.
Desde un altar de tono, la pronunciaré en forma de verso.
Alzaré las ofrendas esenciales y pagaré mis respetos a las inercias imperantes.
Serán llamadas una a una, por sus nombres y vendrán.
Entonaré una plegaria por un alma indómita; humana, despues de todo.

Sol sobre una pradera brillante, gotas de rocío en tu lengua.
Sobre las nubes descansa un sueño, como el ruido del viento entre las hojas secas.
En el ojo del huracán, una pradera brillante.
Y donde te hiciste río fui cauce desbordado.

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